miércoles, 23 de noviembre de 2011

luchemos por una sociedad sin ningún tipo de opresión


 La igualdad social de la mujer no resulta un producto que se alcanza automáticamente con el desarrollo socio-económico, si no se acompaña de un arduo y multifacético trabajo educativo, politico e ideológico, que contribuya a borrar barreras culturales, ideológicas y psicológicas, al propio tiempo que las económicas. (Fidel Castro)

Partimos de caracterizar que vivimos en una sociedad heteropatriarcal. En este sentido todo aquello que tiene que ver con nuestra sexualidad y con los “roles” que se nos imponen en tanto mujeres – pero también en tanto varones – son construcciones sociales y culturales “heterodesignadas.”
La manera en que se concibe la sexualidad varía en relación a la cultura, al contexto histórico, social y político. Es así que se nos impone la heterosexualidad como una norma obligatoria, a la vez que se nos designan roles y patrones obligatorios que debemos respetar según seamos mujeres o varones. Resaltándose, en este sentido, el “rol de la maternidad” en tanto mandato, como condición indisociable del “ser femenino”.
La construcción de la sexualidad no recae de la misma manera en mujeres y en hombres. En el cuerpo de las mujeres recae con mayor dureza en tanto las mujeres nos encontramos en una desigualdad que nos desfavorece, en una sociedad machista y patriarcal, que hace jugar su dominio de poder de un sexo sobre otro.
En este sentido, capitalismo y patriarcado se retroalimentan y potencian, cosificando al cuerpo de la mujer y convirtiéndolo en mercancía. La mayor expresión de esto es la trata de mujeres, niñas y niños para la explotación sexual, convirtiéndose éste en el tercer negocio más millonario en el mundo junto a las armas y las drogas. Así las mujeres nos convertimos en mercancía de compra y venta sujeta y subsumida al consumo y a saciar el deseo y la satisfacción de otros.
Si bien la opresión de género atraviesa a todas las clases sociales. En mujeres de la clase trabajadora y sectores populares las consecuencias son más crueles – como así también el heteropatriarcado recae con mayor crudeza en las personas trans, gays y lesbianas de sectores populares –. El mayor ejemplo de ello podemos encontrarlo en la imposibilidad de las mujeres de decidir sobre nuestros cuerpos. En este sentido no es lo mismo el acceso a un aborto para una mujer que puede pagar las inalcanzables cifras que cobran médicos para realizar abortos en sus consultorios privados, que el aborto al que pueda acceder una mujer de escasos recursos en condiciones paupérrimas.

  • Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.
  •   Si a la ley de identidad de género.
  • ¡Trata y prostitución son dos caras de la misma violencia! ¡No están perdidas, son desaparecidas para ser prostituídas!
  •   No son crímenes pasionales, SON FEMICIDIOS. ¡La violencia machista no pasa, NI EN LA CALLE, NI EN LA CASA!

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