Moyano
y el paro
El
modelo socioeconómico kirchnerista continua mostrando serios problemas de
solvencia. La desaceleración de la economía nacional, en un contexto de crisis
internacional, es un hecho cada vez más palpable, la inflación un galimatías
irresoluto, el saldo pendiente de la minería a cielo abierto, los pactos con
diferentes sectores patronales y sindicales para poner techos salariales son
evidentes… estos y un sin fin de otros problemas afectan a la gran mayoría de
los sectores populares del país.
En
este contexto, los aumentos salariales en todos los sectores de la clase obrera
se hacen imprescindibles, hasta ahora el gobierno nacional solo receta mordazas
para todos los movimientos sociales que interpelen estos reclamos. Las medidas
disciplinarias son legitimadas con los falaces y denigrantes argumentos
(mineros falsos, “los maestros solo trabajan 4 horas”) son moneda corriente y
apuntan claramente a reforzar la heteromia del movimiento hacia el kirchnerismo
y los movimientos sociales en su conjunto. No son pocos los sectores que
muestran su descontento -rechazando los clásicos pedidos de sacrificios a los
sectores más pobres de la sociedad (viejo speach del peronismo) mientras los
acaudalados de siempre llenan sus bolsillos- y se hacen oír con diversas
manifestaciones.
Pero
en la historia son sobrados los casos de hipocresía y cinismo. Viejos aliados del
gobierno (quien siembra viento recoge tempestades) comenzaron a levantarse y
señalarlos como causa primigenia de todos los males. Este es el caso de Hugo
Moyano, titular del gremio de camioneros, que invoca al paro general del
miércoles 27 de junio con movilización a la plaza de mayo esgrimiendo: el fin
del techo salarial, la suba del mínimo no imponible de Ganancias, y la
eliminación del tope a las asignaciones familiares, son banderas dignas de levantar
por la clase obrera.
Sin
embargo, el oportunismo del símbolo máximo de la burocracia sindical argentina
es evidente. Un pequeño ejercicio de efemérides nos puede ilustrar alguna
imagen de quienes ahora parecen estar en bandos antagónicos, o mostrar algún
discurso de apoyo ante medidas sumamente regresivas hacia la clase trabajadora
impuestas por el kirchenrismo.
Una
vez más la agenda nacional nos planifica una aparente polarización de fuerzas,
entre “gobierno K” y “sindicalismo burocrático”. En este ilusorio marco Moyano,
fogoneado por los medios gorilas de siempre, se presentó como un Mesías
impoluto defensor de la clase obrera argentina.
Las
banderas levantadas son justas y deben ser reclamadas, pero ¿Por qué se izan
ahora? Es acaso que el titular de la CGT, que se pronuncio contra de la
demandas de los metrodelegados de metrovías, cuando buscaron una genuina
representación sindical que defendiera sus derechos, o el que no llamó a una
movilización general y repudio ante el asesinato de Mariano Ferreira,
repentinamente fue ungido con alguna gracia revolucionaria y salió a bancar a
los trabajadores.
Esta
claro que no se trata de un pequeño gremio, sino aquel que maneja unos de los
principales resortes de la economía (sin tener en cuenta la innumerable
cantidad de afiliados) que operó, abalado por este mismo gobierno, y opera con
PATOTAS y BARRAS BRAVAS. El cual se encuentra atravesado por un doble frente,
por un lado una crisis de legitimidad desde varios sectores a actual modelo
sindical; y por otro lado presionado por el gobierno kirchnerista y sus adeptos
burócratas (rivales de Moyano ansiosos de reemplazarlo en la conducción de la
CGT) que buscan aislarlo.
El
moyanismo parece haber comprendido, desde hace tiempo, que ya no forma parte del
armado del gobierno. Observa, estupefacto, un horizonte tormentoso e incierto
al mando de la burocracia sindical; y herido embiste apelando a lo único que
puede enfrentar a la institucionalidad del estado: la movilización de la clase
obrera en pos de reclamos históricos.
El
apoyo al paro y sus justas reivindicaciones es ineludible para nosotros, de
otro modo negaríamos las necesidades de la clase obrera hostigada por el
empeoramiento de sus condiciones económicas, debido a los problemas nacionales
mencionados. No obstante, la no participación en la marcha señala nuestra
intención de darle la espalda a la burocracia sindical y su mafiosa forma de
hacer política.
No
es cuestión de un dilema moral, ni se trata de esencialismos y/o puritanismos
revolucionarios, sino de repensar la posibilidad de sortear la aparente
polarización que presenta a Cristina vs. Moyano. Una reflexión necesaria para
construir una alternativa independiente propia de los trabajadores, que supere
la heteromia y el modelo burocrático sindical.
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